Alphonse Steinés, uno de los artífices del Tour de Francia, viajó desde París a los Pirineos por orden de Henri Desgrange, el patrón de la carrera. Su misión era descubrir un reto para la séptima edición, la de 1910.

En aquellos años la ronda francesa apenas incluía en su recorrido dificultades montañosas, por lo que Henry Desgrange temía que la cordillera pirenaica fuera excesivamente dura para los ciclistas.

Steinés llegó al Tourmalet una mañana de invierno con coche y chófer. Tras realizar los primeros 16 kilómetros de ascensión, el chófer tuvo que parar a falta 4 kilómetros de la cima debido a la abundante nieve.

Con la noche ya próxima, Steinés se bajó del coche y emprendió a pie el camino hacia la cumbre. En el camino encontró a unos pastores cuidando de sus ovejas, a quienes ofreció una moneda de oro por guiarle, y otra cuando conquistaran la montaña.

Un pastor aceptó, pero al poco tiempo se dio la vuelta por el peligro que entrañaba la travesía.

Steinés pasó la noche a la intemperie y estuvo a punto de morir congelado. Después de una ardua búsqueda, le encontraron medio día después, perdido y desorientado.

Steinés, antes de calentarse y cambiarse de ropa, se dirigió a la oficina de telégrafos de Baréges para enviar a Henry Desgrange el siguiente mensaje:

«Atravesado Tourmalet. Muy buena ruta. Perfectamente practicable.»

La mentira de Alphonse Steinés, cuyo mensaje de siete palabras pasaría a la posteridad, convenció a Desgrange, quien aprobó la inclusión del Tourmalet en el recorrido del Tour de Francia de 1910.

Aquella primera etapa pirenaica entre Luchon y Bayonne empezó a las 3 y media de la mañana. Los primeros ciclistas necesitaron 14 horas para completar los 326 kilómetros. Y los últimos tardaron 21 horas.

Octave Lapize fue el primer ciclista en coronar el Tourmalet en carrera. En la imagen se le aprecia caminando, los desarrollos de aquellas bicicletas no estaban preparados para escalar pendientes tan duras. Cuentan las crónicas que, en la cima del Aubisque, gritó: «¡Desgrange, sois unos asesinos! ¡En París os habéis vuelto locos!»

Lapize murió con solamente 29 años sirviendo al ejército del aire francés durante la primera Guerra Mundial. Su avión fue derribado en un combate aéreo contra las fuerzas alemanas.

 

El día que coroné el Tourmalet, 114 años después de que lo hiciera Alphonse Steinés. Aunque no hice una etapa de 14 horas como Octave Lapize. Ni estuve a punto de morir congelado.


 

Era febrero de 2007, acabábamos de empezar la pretemporada, cuando todavía no hay carreras. En esa época del año los entrenamientos ciclistas suelen ser de bastantes horas, sin prestar atención a la velocidad. Más adelante entrenas la fuerza y la explosividad, pero en invierno necesitas ganar resistencia para la temporada que se avecina.

Yo era juvenil de primer año, acababa de pasar desde cadetes. Teníamos de director a Miguel Ángel Antizar, que casualmente había corrido con mi padre. De hecho, ellos dos se habían jugado mano a mano el Campeonato de Cantabria de 1985 que se disputó en Castañeda.

Antízar tenía fama de ser un director exigente, pero lo cierto es que sus equipos rendían en la carretera. Si te soy sincero, estaba bastante asustado por la caña que nos iba a meter aquel año. Sabía que debería esforzarme de lo lindo para no defraudarle.

 

Te confieso que no me apetecía nada levantarme a entrenar el sábado a las 7 de la mañana porque había salido la noche anterior con mis amigos del instituto más de lo que un ciclista debería permitirse. Ellos casi siempre iban a la playa de Peligros a preparar el calimocho, y yo de vez en cuando me unía. Luego íbamos a algún local del centro de Santander, alguno de los que dejaban entrar a los críos menores de edad.

Pasados los años me di cuenta de la cantidad de horas que tiré a la basura esas noches absurdas porque no quería perderme estar allí (cuando en realidad estaba perdiendo otras cosas mucho más valiosas). Pero claro, te das cuenta pasados los años. En el momento te piensas que eres guay.

Había quedado en Santander con Pablo, que era juvenil de segundo año y quería hacer una buena temporada. Él estaba súper centrado, había contratado a un preparador personal y todo. En cuanto nos pusimos en paralelo supo que algo no iba bien, me dijo que vaya careto traía. Yo le confesé que se me había alargado la noche más de lo debido con unos amigos, y que salir a entrenar aquella fría mañana era la última de mis prioridades.

 

Al poco de juntarnos empezó la peor pesadilla de un ciclista: estaba lloviendo. El frío te lo puedes quitar poniéndote ropa de abrigo, no hay ningún problema, pero no puedes escapar del agua. Una vez que ha traspasado la tela, la llevas pegada al cuerpo empapándote.

Y si ese día hace frío, date por muerto, sólo estarás deseando terminar cuanto antes. Enserio, entrenar con lluvia es una auténtica tortura. Es lo único que no echo de menos de correr.

Cuando los ciclistas profesionales se retiran les suelen preguntar qué van a hacer con la bicicleta. Por algo será que siempre dan la misma respuesta, la habré escuchado 100 veces. “Sí, seguiré saliendo a entrenar, pero nunca más con lluvia”.

 

En Maliaño nos juntamos los 8 del equipo – allí estaba el club -, y Antízar nos dijo que fuéramos hacia Ontaneda, un pueblo de los Valles Pasiegos. En San Vicente de Toranzo tomamos el desvío a la derecha para subir a Castillo Pedroso, un puerto de unos 6 kilómetros. Antízar quería hacernos un pequeño test, porque en las montañas se ve quienes son los ciclistas más fuertes.

Yo ya iba cruzado por el agua y por el sueño que traía, pero sorprendentemente empecé a encontrarme bien subiendo el puerto. Algunos compañeros se iban quedando atrás y yo seguía aguantando el ritmo de los buenos, ya sólo quedábamos 3. Llevábamos más de la mitad de la ascensión y de repente Movellán, que era el veterano más fuerte, giró la cabeza atrás y se sorprendió al verme en la selección final:

 “¡Mazón, ¿¿¡¡Pero qué haces tú aquí!!??”

 

Estaría mintiendo si te dijera que pasé el primero por la cima de Castillo Pedroso, crucé el tercero. En el último kilómetro no pude más y pagué los excesos de la noche anterior. Exploté, como una palomita de maíz.

Aún así estaba contento por cómo me había defendido ante los compañeros más veteranos, y por cómo había dejado atrás a los demás. Quise disfrutar de mi pequeña haza tomándome unos minutos de descanso en la cima, y no me di cuenta del grave error que estaba cometiendo. Con el subidón no me di cuenta de que seguía lloviendo y que arriba hacía incluso más frío.

Estuve esperando al resto, y como no llegaban me tiré para abajo. Resultó que apenas tenía tacto en los dedos: no podía frenar bien ni tampoco agarrar el manillar. Me había quedado helado.

 

Entonces comenzó la odisea. Habíamos llegado todos juntos, pero a la vuelta cada uno regresó como pudo. Los de delante habían tirado sin esperar, y los de atrás yo no sé qué narices habían hecho que no aparecían por ningún sitio.

Como no aparecía nadie decidí regresar yo sólo hacia Santander. Quedaban casi 50 kilómetros, jamás lo olvidaré. Porque han sido los 50 kilómetros más duros de mi vida.

No paró de llover aquella maldita mañana y hacía un frío de castigo. Yo pedaleaba por inercia, tenía la sensación de que en cualquier momento no iba a poder más. Los dientes me castañeaban, y todo el cuerpo me temblaba como si estuviera sufriendo un ataque epiléptico.

 

Cuando al fin llegué a casa mis padres estaban asustados por el cadáver andante que estaba entrando por la puerta. Me metieron rápido a la ducha caliente y mi madre me cortó la camiseta interior con una tijera porque no podía quitármela. Visto desde fuera la escena debió ser patética.

Lo peor fue que, cuando fui a orinar… ¡no podía hacerlo por un horrible dolor que me pinchaba el conducto cada vez que lo intentaba! Era una sensación horrible que nunca me había pasado y tampoco me ha vuelto a suceder. El dolor era tal que pensé que orinaría sangre, hasta que conseguí expulsar el líquido con lágrimas saltándome de los ojos.

Más adelante volví a competir con nieve, con frío y con lluvia, en carreteras perdidas de la mano de Dios a las que jamás he regresado. Pero nunca lo pasé tan mal como aquella mañana de invierno. Siempre recordaré aquellas 2 horas que estuve pedaleando totalmente congelado.

Esta foto que encontré en el archivo es poesía, ciclismo en estado puro. El asfalto mojado por la lluvia, las babas colgando (ni piensas en quitártelas), el pinganillo en la oreja escuchando las instrucciones del director y la mirada fija en la rueda que tenía delante. Fue en un campeonato regional disputado en Colindres. Quedé 6º, primero de 1er año.

 

En qué va a mejorar tu vida haciendo deporte (sin volverte loco)

Te he contado esta historia un tanto dramática de cómo fue mi «bautismo» en el ciclismo por varios motivos. El primero, porque a veces tiene que sucederte algo impactante para que te tomes enserio lo que estás haciendo, o tu existencia en general. Seguro que a ti también te ha pasado, que cambiaste algún aspecto importante de tu vida después de ocurrirte alguno de estos hechos tan fuertes que recordarás hasta morir.

Yo me tomaba la bicicleta a risa, no le tenía ningún respeto. Apenas entrenaba, a veces no iba a las carreras, salía por las noches, jugaba al fútbol en un equipo de Santander, no hacía caso a los consejos que mi padre me daba… Tenía buenas cualidades, pero no las explotaba porque era un niñato rebelde, o a saber muy bien por qué.

Sólo a partir de ese día que estuve al borde de la hipotermia comencé a respetar lo que significaba ser ciclista y me lo tomé mucho más enserio, cuidándome y planificando los entrenamientos para las fechas clave. También es cierto que subiendo Castillo Pedroso fue la primera vez que me vi con opciones reales de tener buenos resultados, me di cuenta que incluso podía ganar carreras. Estaba en lo cierto, ya que más adelante me llegaron algunos días de gloria.

 

Podría seguir contándote historias de ciclismo, porque 6 temporadas compitiendo y toda la vida montando en bicicleta dan para un montón de anécdotas, pero quiero cambiar el tercio y centrarme en ti. Voy a tratar de convencerte de que muevas el culo, si tu mayor hobby es tirarte las tardes encerrado en el salón con la persiana bajada jugando a la PlayStation. O si ya le das caña a algún deporte, te voy a animar para que sigas haciéndolo, porque estás en el buen camino.

Y ojo, que cuando me refiero a hacer deporte no te estoy diciendo que ahora te creas el nuevo Rafa Nadal o Alberto Contador, dejes el trabajo y te pongas a entrenar 8 horas. Ni que suplementes tu alimentación con pastillas de dudosa fiabilidad para tener «más hierro, magnesio y Vitamina D». No, vamos a ver, no nos volvamos locos.

El deporte de alta competición es insalubre, por muy bonito que parezca verlo por la tele. Lo que no te cuentan es cómo muchos de esos cuerpos terminan destrozados con los años. Como tampoco nadie habla de las enfermedades ni de los infartos repentinos que han sufrido cantidad de atletas profesionales, porque lo único importante es que el espectáculo continúe con la nueva hornada de jovenzuelos dispuestos a entregar su vida.

 

De lo que te estoy hablando es de una actividad física moderada, lo que cualquier médico con dos dedos de frente recomienda para evitar problemas de salud. Y no hay excusas, no hace falta ser Usain Bolt para caminar dos horas al día, o para salir a pasear en bicicleta los sábados, o para apuntarse a nadar a la piscina del barrio un par de veces por semana. Bueno, si hay excusas es porque te las creas tú mismo.

Para mí, hacer ejercicio es una cuestión egoísta porque siempre me ha sentado de fábula. Con el cuerpo a punto me vienen a la cabeza mejores ideas creativas, sacó más trabajo adelante en los picos de estrés y resuelvo más rápido los problemas. Es la manera más fácil (y más divertida) que he encontrado para desarrollarme.

Y, por supuesto, el deporte también es un complemento ideal para hacer mejor trading. Porque cuando las piezas del motor están engrasadas, el coche acelera más, tracciona mejor y se avería menos. Así que voy ya con los beneficios que tendrás si dejas de quejarte por lo mal que te trata la vida y te pones manos a la obra:

 

#Primera ventaja del deporte. Una disciplina que te aleja de las pantallas

Mira, el trading tiene un grandísimo riesgo: puede convertirse en una adicción. Los datos oficiales son escalofriantes: más del 80% de clientes pierden todo lo que depositaron en la cuenta (los brókers están obligados a publicar esta cifra por la normativa ESMA 2016). Ya hablé sobre la cantidad de gente que cae en desgracia por culpa de la bolsa aquí.

Es evidente que las plataformas de trading están diseñadas para engancharte, pero como también el teléfono móvil está pensado para que estés todo el día pendiente de él. Y vaya si los creadores han conseguido su objetivo, porque la gran mayoría de gente no se separa de su dispositivo móvil ni para dormir (literal). Incluso existen clínicas de desintoxicación de las nuevas tecnologías, que ya es para mear y no echar ni gota.

Esta es la realidad del mundo en el que vives. No es ni mejor ni peor, simplemente es lo que hay. Debes ser consciente de que todos los estímulos que te rodean están pensados para hacerte caer en las garras de la tentación.

 

Por eso obligarte a hacer otras actividades es perfecto para salir de la vorágine destructiva que supone estar todo el día delante de las pantallas. Porque si estás dando un paseo por la playa es imposible introducir una orden de compra en el Euro-Dólar. Bueno, a no ser que hayas descargado la plataforma en el móvil, lo cual no te recomiendo.

Mira, una de las grandes virtudes del trader que gana dinero, pero el que gana dinero de verdad, es lo poco que opera. Aquí te conté el caso de Laura, una alumna que pasó por la Academia y que solamente entraba a mercado unas 10 veces al mes (y eso que hacía Scalping). La filosofía de Laura es un ejemplo a seguir, porque está poco tiempo delante de las pantallas, lo aprovecha al máximo y le ha servido para llevar una vida tranquila y con tiempo libre.

El buen trader, como Laura, es un francotirador: solo aprieta la tecla cuando sabe que tiene las de ganar. Si no lo ve claro, guarda las balas y se retira, esperando pacientemente a que el antílope cojo baje al río a por agua. No tiene ninguna prisa, porque sabe que el animal asomará en su horario de trabajo hoy, mañana o pasado.

 

#Segunda ventaja del deporte. El umbral de sufrimiento a derribar y la recompensa que te espera si aprietas cuando nadie quiere apretar

Una filosofía que aprendí de David Goggins y que me encanta, es sobre cómo tus límites de sufrimiento en realidad están mucho más lejos de lo que piensas. Según él, cuando dices «no puedo más», en realidad solamente estás utilizando el 40% de tus capacidades. Claro que puedes dar más, así que deja de quejarte.

Esto lo puedes aplicar a cualquier campo de tu vida. Porque cuando dices «estoy cansado y me duele la cabeza, ya no puedo estudiar más», claro que podrías seguir hincando los codos un par de horas adicionales. O porque cuando llega el viernes y pasas la tarde-noche de cervezas porque «la semana ha sido muy larga, necesito desconectar», claro que podrías seguir trabajando para hacerte más fuerte, más valioso, o ganar más dinero.

Pues con el trading sucede lo mismo. Cuando estás hasta las narices de que el mercado se haya estado riendo en tu cara y estás pensando en tirar la toalla, es cuando debes poner encima de la mesa un puntito más. Es ahí, en esos momentos de decepción máxima, cuando estás realmente cerca de alcanzar tu objetivo.

 

Mira, uno de los mejores días que tuve encima de la bicicleta fue cuando gané en la cima de la Bien Aparecida, que además es la patrona de Cantabria. Fue la carrera perfecta, porque me escapé del pelotón con Javier, que además de ser compañero de equipo, era mi amigo. Ambos éramos confidentes, compartimos cientos de horas entrenando hombro con hombro, y dormíamos juntos en los hoteles cuando corríamos fuera.

Nos fugamos a la altura de Carasa – donde termina la ría de Treto – y Javier hizo el tramo de llano hasta pie del puerto apretando lo máximo que podía, mientras yo le gritaba animándole a su rueda. Gracias a su generosidad tuve fuerzas suficientes para afrontar la subida administrando la ventaja que habíamos logrado. Además, ese día iba en el coche del equipo mi padre, que se emocionó al escuchar por radio que «El dorsal 36 del Banco Santander es cabeza de carrera subiendo La Aparecida».

La foto que preside el post es de aquella carrera y es muy bonita, pero sólo te estoy mostrando la cara alegre de la moneda. Lo que no ves es cómo mis compañeros de instituto se reían de mi cuando no acudía a sus fiestas, o de los entrenamientos a oscuras jugándome la vida porque me era imposible salir de casa antes, o de la cantidad de ocasiones que maldije ser ciclista porque los resultados no terminaban de llegar a pesar de los sacrificios. Sufría lo que otros no estaban dispuestos a sufrir, y podía haberme salido mal y ser un don nadie, pero gracias a esos esfuerzos conquisté cosas inalcanzables para la gran mayoría de gente que me rodeaba en aquella época.

El día que Pedro Díaz Zabala me llamó para decirme que representaría a Cantabria en los campeonatos de España fue uno de los mejores días de mi vida, porque todos los sacrificios que había hecho tuvieron su recompensa en ese preciso instante. De izquierda a derecha estamos: Jesús Herrero de la Herrán (Carrejo), yo (Santander), Jose Manuel González Salas (Torrelavega), Jesús Ezquerra Muela (Treto, profesional desde 2012), Álvaro Pomar (Comillas), Daniel Becerra (Polanco), Cruz Collantes (Oreña) y Fernando San Emeterio Gandiaga (Ramales). La carrera tuvo lugar en Santiago de Compostela.

 

#Tercera ventaja del deporte: te verás mejor. Y te verán mejor. Proyectarás una mejor versión de ti mismo

Hace poco leí un estudio sobre la brecha salarial, y me quedé patidifuso. No se refería a las batallitas de género que tan de moda están (y que tanto daño están haciendo a la sociedad, construyendo un mundo mucho peor del que teníamos hace 20 o 30 años). Era un dato mucho más interesante.

La mayor brecha salarial no se da entre hombres y mujeres, pero tampoco es entre negros y blancos, ni entre gays o heterosexuales, no. La mayor brecha salarial se da entre los guapos y los feos. ¿Cómo te quedas?

Vale, seguramente te estés preguntando cómo puedes medir un parámetro tan subjetivo como la belleza, porque para unos alguien puede ser guapo, y para otros no tanto, ¿no? Bueno, pues esto no es del todo así, porque estudios antropológicos han demostrado que a las mujeres les atraen ciertos atributos de un hombre relacionados con la protección del territorio, como la altura, la anchura de sus hombros, o lo simétrica que sea su mandíbula. Y a los hombres les atrae de una mujer atributos relacionados con la fertilidad y la crianza, como el tamaño de sus pechos, la anchura de sus caderas, o la grasa de sus glúteos.

 

Bien, pues si los guapos ganan más dinero que los feos –  y en general la vida les trata mejor – a ti te interesará estar en el grupo de los guapos. Algunas condiciones te vienen de serie y son imposibles de cambiar, y es que Brads Pitts o Georges Clooneys sólo hay uno. Pero si eres un dejado que no mueve el culo y comes 5 días por semana en el McdonalD’s, te saldrá una barriga que te hundirá a ti mismo en la miseria.

Hay un montón de factores que sí están en tu mano controlar, como quitarte el exceso de grasa para estar en tu peso ideal. O salir a tomar el sol todos los días. O diseñarte una sencilla rutina de abdominales, flexiones y sentadillas que no te lleve más de 15 minutos (pero hacerla mínimo 3 veces por semana).

Y cuando te sientas bien contigo mismo gracias al ejercicio, te notarás con más confianza. Y verás cómo, por arte de magia, lograrás algunas cosas que te habías planteado. Ganar dinero en el trading será una de ellas.

En esta foto me veo genial, o, como se diría ahora, estaba en mi «Prime» ciclista. Fue en la salida de la última etapa de la Vuelta a la Rioja de 2008, en Bodegas Viña Ijalba. En aquella etapa, Logroño – Logroño, de más de 100kms, subíamos el puerto de «La Rasa», uno de los más duros de La Rioja

 

#Cuarta ventaja. Crearás unas conexiones profundas, reales. Y más adelante te servirán

Yo nunca he estado en la guerra, y espero no estarlo. Esto de que cuatro privilegiados estén agitando la bandera mientras mandan a los de abajo a morir y a pasar todo tipo de calamidades, como que no lo veo. Y si en eso consisten las naciones, entonces me bajo del carro y prefiero no sentirme identificado con ninguna.

Te digo esto porque quienes van a la guerra siempre recordarán quienes fueron sus compañeros. Son situaciones emocionalmente tan bestias, por toda la mierda que vives, que quedas marcado de por vida. Es imposible evitarlo.

A ver, quizás esto que te voy a decir te suene un poco a fantasmada, pero yo, con mis antiguos rivales ciclistas, siento como si hubiéramos ido a la guerra. Hemos pasado juntos tanta miseria (frío, nieve, viento, hambre, extenuación, sed, derrotas…) que es inevitable. Estoy mucho más conectado a ellos, que a compañeros con quienes he «convivido» 8 horas al día durante muchos años en una cómoda oficina, y quienes, en el fondo, son unos extraños para mí.

 

Crear estos vínculos a través del deporte tiene su lado bueno, porque luego te recordarán, y te llamarán cuando les hagas falta. Si un compañero de tu gimnasio es fontanero, le llamarás a él antes que buscar uno en Google. Pues si tú eres el que compraba y vendía Euro-Dólar, alguien requerirá que le ayudes con a saber qué.

Con los patrocinadores de los equipos deportivos sucede lo mismo. Yo, por respeto a todas las marcas que me han apoyado en su momento, y que apoyaron a mi padre, siempre consumo sus productos antes que los de la competencia, y se los recomiendo a todo el que me escucha. Por eso bebo Café Dromedario, siempre tendré una cuenta abierta en el Banco Santander, la puerta de mi garaje es Roper, o mi cocina va equipada con Teka, entre otras.

Por esta razón todos los electrodomésticos de mi cocina siempre han sido, y siempre serán, Teka. Porque apostaron por el ciclismo con un equipo profesional en Cantabria 25 temporadas, liderado por Santiago Revuelta. Y porque gracias a este equipo algunos jóvenes cántabros, como mi padre, pudieron dar el salto al ciclismo profesional y ganarse la vida con la bicicleta

 

#Quinta ventaja del deporte. Conoces nuevos lugares de forma sana

Ya sé que está muy de moda viajar a sitios que ni te van ni te vienen para creerte el más cosmopolita del lugar. O hacerte fotos buscando el «me gusta» rápido en tu red social favorita, con su correspondiente chute de dopamina. O visitar el mismo verano 7 ciudades por encima, sin profundizar en ninguna (actuando así te pierdes lo mejor, la auténtica esencia de cada tierra).

Se me vienen a la cabeza las colas que hace la gente para tirar una foto desde un balcón de Mikonos, pagando un pastizal, claro. Enserio, hemos llegado al absurdo de pagar dinero por tirar una foto al sol. Es que tiene narices.

O luego está la de quienes se van a un festival de música a tomar por saco. Y en vez de descubrir una nueva ciudad o una nueva región, se pasan 3 días drogados durmiendo en una tienda de campaña cochambrosa. Y regresan a casa pensando que son guays, cuando en el fondo son unos pobres desgraciados.

 

Este escenario tan triste que te acabo de dibujar no tiene nada que ver con planificar un viaje para ir a un evento deportivo. Lo aprovechas de otra manera, lo vives de otra manera. Te empapas más del sitio en el que estás, hablas con más gente, o te acercas a comer a alguno de los restaurantes de la zona.

Con la excusa del ciclismo he viajado a Bélgica a correr el Tour de Flandes 2 veces con mi grupeta de Cantabria, y he entendido por qué ese evento es religión para ellos (la cuota de pantalla es superior al 90% el día de la carrera). También me llevé la bicicleta a Sheffield, donde estuve de Erasmus, para conocer la región en la que me movía, y aproveché para irme hasta Manchester y Liverpool. O he competido en un montón de pueblos por los que ahora paso, me paro un rato en la plaza y disfruto pensando que allí corrí hace no se cuantos años.

Además, cuando regreso de un viaje que me ha llenado, o en el que he descubierto algo que merece la pena, me encuentro más lúcido. Es como si me hubieran dado un soplo de aire fresco para despejarme. Y eso me afecta en positivo a la forma de cómo encaro el mercado.

Gracias al ciclismo descubrí un montón de pueblos en el País Vasco – y en otras regiones – que jamás hubiera conocido. Aquí estamos el equipo del Banco Santander de la temporada 2007: Jose Miguel Gutiérrez (Escobedo), Cristian Movellán (Guarnizo, estaba lesionado pero vino a vernos), Andrés Malanda (Obregón), Pablo Ruiz (Santander), Enrique Mazón (Santander), Jesús González (Carmona) y el mejor entrenador que jamás tuve, don Miguel Ángel Antízar Ladislao (Pontejos), quien hizo las veces de padre. La foto fue tomada en Urduliz, un pueblo de Vizcaya cercano a la costa.

 

#Sexta ventaja del deporte. Creas rutinas que pueden ser para toda tu vida

Una rutina, cuando es buena, puedes alargarla hasta que te mueres (de hecho, deberías). Si tomarte un café a primera hora siempre te ha venido bien, ¿por qué vas a dejar de hacerlo? Y mucho menos deberías quitártelo si alguna institución postmoderna te lo recomienda.

Yo, cuando dejé de competir también dejé de entrenar, y aquello fue un desastre: engordé, bebía alcohol, salía demasiado por las noches… Tuve mis años peligrosos, en los que podía haberme desviado, convirtiéndome en un perdido de la vida. Luego me di cuenta de lo desubicado que estaba, y también me di cuenta que la bicicleta era el mejor medio que tenía para ubicarme en esta jungla que es el mundo.

Por eso sigo montando en bici varias veces por semana, por eso sigo haciendo viajes por España y Europa visitando los «templos» ciclistas, o por eso los sábados que estoy en Cantabria salgo a entrenar con mi grupeta. Porque me equilibra el cuerpo y la mente, y luego me siento mucho mejor. Y por eso continuaré con estas rutinas hasta que salga con los pies por delante de este mundo.

 

Pues en el trading pasa lo mismo. Si has encontrado una rutina que te funciona, ¿por qué vas a dejarla?

Si te va bien echando un vistazo al mercado el lunes a media mañana, y olvidarte hasta la semana que viene… Ni yo ni nadie es quién para decirte que debas cambiarlo. Lo único importante eres tú.

Ahora bien, esta rutina debe ser sana y sostenible. Estar enganchado 6 horas al día al móvil y meter 5 operaciones por sesión ni es sano ni es sostenible. Un poco de sentido común, por favor.

 

#Séptima ventaja del deporte. Aprendes a estar «aquí y ahora». «Aquí y ahora»

En la novela que escribió Aldous Huxley titulada “La Isla”, cuenta la historia de un hombre que naufraga en una isla lejana, en la que sus habitantes están completamente aislados, sin comunicación con el resto del planeta. Lo que tiene de especial esta isla es que los pobladores, a diferencia de los del resto del mundo, son felices. Nadie consume lo que no necesita, les vale con lo que tienen, y eso les hace libres.

Una de las cosas que más le llama la atención al náufrago son los periquitos de colores que están posados en las ramas de los árboles. Sus habitantes les han domesticado para que estén repitiendo constantemente la misma frase:

“Atención. Aquí y ahora.

Atención.

Aquí y ahora”.

Más adelante descubres que los isleños les enseñaban a repetir esas consignas para recordarse que habían de estar presentes. Que lo único importante, ya que es lo único que verdaderamente existe, es el aquí y el ahora.

El pasado, por mucho que lo analices, nunca lo podrás cambiar. Puedes aprender de las experiencias, pero si las recuerdas para darte de latigazos, pensando en por qué me ha ocurrido esto a mí, vivirás en un infierno, y eso ni es vida ni es nada. Nunca avanzarás si no has superado tus demonios, y no importa si es algo que sucedió ayer, hace 2 semanas o hace 30 años.

Si no haces el esfuerzo de aceptar lo que te ocurrió vas a proyectar esa energía negativa en tu entorno, dañando a quienes te rodean. Y no creas que fastidiando a otro te habrás quitado el problema de encima, qué va, sólo lo estás empeorando. El daño que haces a los demás en realidad te lo estás haciendo a ti mismo.

 

Volviendo a lo que decían los periquitos, con el deporte te obligas a estar aquí y ahora. Más que nada, porque si no estás 100% concentrado en la carretera, te pegarás un tortazo en la bicicleta en cuanto te relajes. O cuando hacía Crossfit, que es un deporte bastante agresivo, si no estaba plenamente consciente de cada movimiento, me iba a lesionar con las pesas sí o sí.

En cada operación bursátil también debes poner todos los sentidos encima de la mesa, porque sino, la cosa va a salir mal. Cuando detectas el Setup te activas, te olvidas de todo lo demás, y te pones manos a la obra. Y a partir de ese momento sólo importa el precio.

La mejor foto es la que te hacen mientras tú estás concentrado, y ni te enteras que hay alguien con una cámara. Como aquí, en la vuelta al Besaya. Estás «aquí y ahora»

 

#Octava ventaja del deporte. Ser el raro siempre es bueno. Y salirte del rebaño, también.

La palabra democracia, que viene del griego, está compuesta por «demos» (pueblo) + «kratos» (poder o gobierno). Significa que la soberanía de un país reside en sus propios ciudadanos. Esto de que el pueblo – populum – decida su destino, hacia dónde se dirige, es una idea muy bucólica.

Sucede que es un concepto totalmente corrompido, y a la hora de la verdad la democracia implica que una mayoría está legitimada para aplastar los derechos de una minoría. Nada le impide al pueblo someter a un individo si así lo desea. Y es que las constituciones modernas son una trampa mortal que favorecen la opresión.

Te pongo el ejemplo de una expropiación: si el Estado ha decidido que una autovía pase por tu casa, te quitará tu vivienda, te dará un cheque con lo que ellos consideren oportuno, y adiós muy buenas, quítate de en medio que las excavadoras van a levantar la tierra. Tu derecho de propiedad sobre tu casa, o de decisión sobre dónde quieres vivir, quedará aniquilado por el gigantesco poder del pueblo, como si fuera un matón que roba el almuerzo a los más pequeños cuando le apetece.

 

Esta cruda realidad que te acabo de contar, llevada al extremo, fue el nazismo. El señor Adolf Hitler cometió sus atrocidades apoyado por la mayoría. Y es que muy pocos saben que Hitler no fue un dictador, sino que ganó democráticamente las elecciones de 1932 y las de 1933, con más del 40% de los votos.

Sí, como lo oyes, «la solución final al problema judío» – así mencionaban en los documentos internos a la industria de la muerte que crearon – fue apoyada por la gran mayoría de alemanes. El gobierno del Fuhrer elegido en las urnas aniquiló a 6 millones de inocentes sólo por su condición religiosa. Y por si no fuera poco, declaró la guerra a todos sus países limítrofes, además de al Reino Unido, la Unión Soviética y los Estados Unidos.

Por eso decidí salirme de las masas cuando comprendí en qué consistían. Porque no me gusta que me impongan nada, pero tampoco me gusta ser yo quien imponga mis ideas o proyectos a nadie. Porque sabe muy diferente lograr algo por tus propios medios, o buscar maneras de cooperar para que la otra parte se sienta beneficiada y tome acción, que obligarle a la fuerza.

 

Bien, pues si tienes disciplina para hacer deporte y estar contigo mismo y con tus pensamientos te doy la enhorabuena, porque también te estás saliendo de lo que dicta el régimen. No es fácil mantenerte al margen en esta era, con la masa animándote a que estés orgulloso de tu gordura, o bombardeándote a publicidad de comida basura, o metiéndote por los ojos guerras políticas que ni te van ni te vienen, y que sólo están pensadas para encabronarte y distraerte de tus verdaderos objetivos. Salir del rebaño es duro, pero siempre tiene recompensa.

Y con el trading, ni qué decir tiene que hacerlo diferente a como hace la mayoría es un grandísimo acierto. Porque aquí todo el mundo es el mega trader, pero no gana dinero ni el más pintado. Que no es oro todo lo que reluce.

Bueno, solo unos pocos ganan, y precisamente no son quienes presumen en Redes Sociales de lo bien que les va (otra cosa de la que deberías salirte: las Redes Sociales que tanto daño hacen). Así que olvídate de la masa y céntrate en ti. Solo en ti.

 

#Novena ventaja del Deporte. Te prepara para los tortazos que te llegarán en forma de Stops

Para un ciclista juvenil, la Vuelta al Besaya era nuestra Champions particular. Es una carrera de 4 días que discurre por la comarca del río Besaya. Es decir, por los alrededores de Torrelavega, Corrales de Buelna, Reinosa o Puente Viesgo.

Venían a correrla selecciones nacionales (Francia, Bélgica, Alemania, Luxemburgo, Sudáfrica…) y también los mejores equipos españoles de provincias como Euskadi, Andalucía, Madrid o Valencia. Nosotros, como éramos un equipo cántabro, estábamos invitados a disputarla todos los años.

Por unos días, y con solo 16 o 17 años, te sentías una estrella junto a los mejores corredores de Europa. Porque el equipo se concentraba en un hotel, la televisión te entrevistaba, y competías varios días seguidos, como en la Vuelta a España o el Tour de Francia. Disputar la vuelta al Besaya era la bomba.

 

Pues el primer año que la corrí tuve el peor día de mi vida encima de una bicicleta. Era la quinta etapa, y ya habíamos subido 3 puertos: Ubiarco (en Suances), la Montaña (en Torrelavega) y Brenes (reserva del Saja). Ya sólo quedaba la última subida al collado de Cieza, para después bajar y llegar a la meta de los Corrales de Buelna.

En aquella etapa tenía unas piernas 10, me notaba volando. Subiendo Cieza nos habíamos quedado un puñado de corredores en el grupo cabecero, de los cuales casi todos fueron profesionales después. Me refiero a los Jesús Herrada, Jimmy Jansens, Victor Cabedo (✝, ganador aquel año del Besaya, falleció en un accidente entrenando), el suizo Noe Giannetti o Ion Izaguirre.

Era uno de estos típicos días del norte en los que no había parado de llover, pero yo me veía tan confiado en mis posibilidades que decidí arriesgar en el descenso. Quería marcharme en solitario, podía ser mi gran día. Lancé mi apuesta para la victoria y me tiré abajo a tumba abierta.

 

En una de las primeras curvas bajando se me fue la rueda delantera y… ¡¡¡PAMMM!!!, me caí contra un suelo que era grijillo más que asfalto, quemándome la piel. En ese momento no notaba el dolor, me levanté súper rápido con la adrenalina disparada y como les veía muy cerca, me cebé para entrar de nuevo al grupo. Iba ciego.

Me estaba acercando, y en otra curva un poco más adelante… ¡¡¡PAMMM!!!, me volví a caer, y esta vez rodé cuneta abajo, yendo a parar a unas zarzas. En esta ocasión me costó bastante más incorporarme, porque tuve que escalar cuneta arriba intentando no pincharme. Un compañero de equipo se quedó alucinando cuando me vio salir de entre la maleza.

Llegué a meta como pude, porque la bicicleta estaba hecha un asco, y nada más cruzarla me derrumbé. No eran lágrimas por las graves heridas – estuve el siguiente mes sin correr curándome las quemaduras -, sino por la gran oportunidad que se me había escapado de ganar en el mejor escenario a los mejores corredores, ¡lo había tenido tan cerca! Un fotógrafo del Diario Montañés capturó mi llorera en la línea de meta, y al día siguiente publicó la foto con el titular «Enrique Mazón tuvo un día aciago por las caídas».

Apenas ha cambiado la última etapa de la vuelta al Besaya, aunque en este perfil faltan los dos primeros puertos

Te he contado esta anécdota ciclista para asemejarlo a las derrotas que se sufren en el trading. ¿Recuerdas que antes te hablé de una característica del operador que gana dinero? Que dispara pocas veces, pero lo hace como un francotirador: tirando a la diana.

Bien, pues otra cualidad obligatoria es asumir que tarde o temprano vas a perder. El bueno sabe que esas son las reglas del juego, lo asume, y se prepara para cuando lleguen las pérdidas. No trata de evitarlas, porque es imposible, trata de salir vivo de las malas rachas.

Si piensas que vas a ganar siempre y que la vida es color de rosa, serás como ese niño al que los padres le tienen metido en una burbujita toda la vida. Ese chaval tiene un problema, porque le han hecho creer que es de cristal. Y cuando salga del nido (inevitablemente algún día tendrá que salir), la bofetada de realidad que le llegará será más dura.

Sobre las pérdidas en el trading hablé en este artículo que te dejo a continuación. Te digo por qué son necesarias para separar la paja del trigo, los tres tipos de Stops que algún día te tocará vivir, y una lección de vida que me dio una frutera, muchísimo más valiosa que las impartidas en las aulas. Aquí tienes el enlace y ya terminamos:

 

Bueno, me apetecía darle caña a este post relacionado con el deporte, y sobre todo con el ciclismo, porque ha sido una parte fundamental de mi vida y siempre lo será. Por eso ha quedado uno de los artículos más extensos del blog. Si has llegado hasta aquí me doy la enhorabuena porque al menos te he entretenido un ratillo.

Podría seguir enlazando los valores buenos que te aporta el deporte con anécdotas personales, o con otras hazañas de las que me siento orgulloso. Como cuando hice el Ironman de Madrid y las pasé canutas para terminarlo (me sentí un héroe cruzando la meta en la mismísima puerta del Sol). O cómo logré hacer Crossfit a un alto nivel cuando al principio no sabía ni coger una barra de halterofilia, o de lo bien que me vino el Yoga en una época que realmente lo necesitaba…

De la figura que te quiero hablar ahora es del entrenador. Si algo me ha enseñado el deporte es que puedes ser un diamante en bruto, pero si no tienes alguien que te guíe, que te diga cómo afrontar los retos, que te apoye cuando vengan mal dadas… serás un cero a la izquierda. De todos los entrenadores que tuve, recuerdo sobre todo las enseñanzas de Miguel Ángel Antízar Ladislao, por las que siempre le estaré súper agradecido.

Como sé lo importante que es ir acompañado, en el curso de esta academia te pasas 6 meses de la mano de un entrenador personal, pero de trading. Nunca estarás solo e iremos a tu ritmo, porque tú eres el único protagonista en esta historia. Y tampoco vas a competir contra nadie, sólo contra ti mismo:

 

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Y recuerda hacer deporte para refrescarte las ideas. Nadie lo va a hacer por ti 😉

El consejo de trading, por Enrique Mazón

PD1. Dejo para el final una de mis fotos favoritas: la que publicó el Diario Montañés cuando llegó la Vuelta a España del 91 a Santander. Yo tenía sólo un año y están mi madre y mi tío detrás. La 13ª etapa salía de la plaza Porticada y terminaba en la subida a los Lagos de Covadonga. Mi padre corría con el Paternina y había enfermado en la etapa de Andorra (de hecho, había programadas dos etapas en Andorra, y la segunda la cancelaron por el mal tiempo). Las últimas 10 etapas debió sufrir un montón, pero le echó coraje y terminó la carrera en Madrid.

PD2. El enlace para el curso es aquí: Curso de Trading de 6 meses.

 

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