Sobre mí

Enrique

BERNARDO MAZÓN HAYA

Enrique Mazon camisa

A ver, empieza contándome de dónde viene ese nombre de telenovela

El primero, Enrique, es por mi abuelo materno, Enrique Haya.

Aunque a él le conocían como don Enrique, ya que en su época los maestros eran respetados, tenían autoridad en el aula y se les trataba de usted.

Qué tiempos aquellos en los que todo el mundo valoraba la educación que los niños recibían en la escuela…

El segundo nombre es por Bernardo Mazón, mi padre.

La gente siempre se ha burlado de mi nombre compuesto, pero la verdad, a mi me gusta que mis padres eligieran llamarme así.

Quizás porque me gusta seguir tradiciones. Sobre todo las que no comprendo. Esas son las mejores.

O quizás porque prefiero los valores clásicos a los modernos.

Bueno, como creo que esta breve carta de presentación no es suficiente, te voy a seguir contando por qué he llegado hasta aquí.

Enrique Mazón playa de Gerra editado

Qué tendrás en tus entrañas, Cantabria, que siempre me atrapas entre tus garras, y me impides olvidarte, aún cuando más lejos me encuentro.

Los títulos que respaldan el excelente trabajo que hago con los que podría ganarme tu confianza para engañarte e ir a por tu dinero

Estoy licenciado en Administración y Dirección de Empresas, aunque si te soy sincero, si volviera atrás no estudiaría lo que estudié. A esa edad, los 18 años, casi nadie está preparado para decidir hacia dónde enfocar su vida. Al menos yo no lo estaba, y como no tenía vocación por nada, tiré por lo que más fácil me parecía y que más salidas podía tener.

En segundo de carrera me di cuenta de la cantidad de tiempo que estaba tirando a la basura, así que pedí al Rectorado compaginar ADE con Teleco, era un reto que me motivaba. Recuerdo perfectamente cómo Ángel Cobo, que por aquel entonces era Vicedecano de la Universidad de Cantabria, me recibió en su despacho. Y recuerdo cómo, sentado enfrente de mí, me confesó que nadie le había pedido nunca estudiar dos carreras a la vez, pero en lugar de facilitármelo, me dijo que no podía aprobar mi solicitud porque me estaría saltando no se cuántas normativas.

Aquella fue la primera vez que me estampé contra la burocracia, esa que te pone palos en las ruedas en lugar de empujarte a cumplir tus proyectos; pero no me iba a rendir tan fácilmente, no. Entonces hice lo único que podía hacer: utilicé los créditos de libre elección para matricularme de todas las asignaturas de primero de Teleco que pude, en lugar de rellenarlos haciendo talleres chorra que no sirven para nada. Aprobé todo aquel año aunque fue una buena paliza, porque en Económicas asistía a las clases del turno de tarde e iba a la facultad de Telecomunicaciones por las mañanas.

 

Supongo que en ese momento tenía que haber reconocido mi error, asumir que había desperdiciado casi dos años y reenfocar mi carrera a una ingeniería, que es lo que realmente valora el mercado laboral para acceder a los puestos Top. Pero en lugar de tomar el camino difícil, cogí la beca Erasmus y me tiré un año de vacaciones en Inglaterra con todos los gastos pagados a costa del gobierno de Cantabria, del ministerio de Educación, y de la Universidad. Porque sí, en eso consisten las becas de intercambio: en ir a un sitio a hacer lo mínimo – deberían exigir unos mínimos de productividad, por Dios -, a emborracharte, y a tener un montón de relaciones superficiales con gente que está igual de perdida que tú. Y lo que es peor: te corres la juerga con los impuestos que paga el currito, a quien no le sobra el dinero a final de mes.

Al regresar a España cursé el último año en Salamanca con otra beca de intercambio nacional, haciendo lo mismo que había estado haciendo en Inglaterra. Es decir, nada. Pasear los libros, conocer todas las discotecas del lugar y mucho jiji jaja.

Además, en aquella época no me costó nada aprobar, porque como eres el de fuera, los profesores te ríen las gracias y se sienten casi obligados a regalarte las notas para que vuelvas en el futuro. O a saber muy bien por qué, pero el caso es que nadie se atreve a dar un puñetazo en la mesa y denunciar esta vergüenza. Por no hablar de la obsesión que tenían los Decanos con mejorar el porcentaje de aprobados, a costa de bajar la calidad, claro.

 

Al terminar la carrera seguía sin tener ni idea de lo que quería hacer, y tuve la suerte de que mis padres me pagaron un Máster en una de las mejores escuelas de negocios de Madrid. Aquello fue ya el acabose del absurdo, porque si en la Universidad no aprendí nada, en el Máster no aprendí nada de nada. Y eso que había pasado por caja (gracias papá y mamá por apostar en mis posibilidades como lo hicisteis, nunca os estaré lo suficientemente agradecido por todo lo que habéis hecho por mi).

En ese momento, al terminar el Máster, se suponía que ya estaba listo para trabajar. Entraría en una consultoría o una auditoría, estaría metiendo 60 horas de oficina a la semana – dejándome ver en los garitos de moda los jueves con mis compañeros enfarlopados y saliendo a cenar los viernes a restaurantes de 120 pavos el cubierto – y después de 5 años me ficharía algún banco o alguna de las empresas que cotizan en el Ibex35 para llevar su departamento financiero. Se suponía que debería haber sido así, pero no lo fue porque al final tomé las riendas de mi vida.

Regresé a Santander y me puse a trabajar con mi padre yendo a los eventos deportivos, con la compañía que él mismo creó, uno.es (la clavó al registrar aquel dominio, una vez se lo quisieron comprar los de los calzoncillos). El resto del tiempo que tenía libre me recluía en mi cuarto para estudiar sobre bolsa y mercados. Descubrí que ése era el campo al que me quería dedicar, una semilla se había quedado incrustada en mi interior el día que salí fascinado del despacho de Javier, al lado del ayuntamiento de Santander, y al fin la planta crecía y pedía paso para salir.

En el encabezado he puesto que podría tratar de engañarte diciéndote los títulos que tengo, porque así lo creo.

A día de hoy – ojo, te estoy hablando de la década de 2020, en la que suspender una asignatura casi está tipificado en el Código Penal con pena de cárcel para el profesor, no me refiero a hace 30, 40 o 50 años – lo único que validan los títulos académicos es que has estado paseando 4 o 5 años por las aulas, y que en los dos meses de época de exámenes has estado unas cuantas horas delante de los libros.

O eso, o podría auto llamarme «economista» para subirme el ego, crearme una identidad que me de una falsa seguridad, y ver el mundo desde el pedestal, en lugar de disfrutarlo en la tercera clase, que es donde la fiesta es más divertida.

Mira, todas las habilidades importantes de la vida, por las que algún día alguien te pagará, las he aprendido haciéndolas. Y repitiéndolas una y otra vez hasta dar con la tecla. No me las dijeron en ningún aula.

Y cuando alguien se ha puesto a mi lado a enseñarme, o cuando he trabajado con gente que tenía más nivel o más experiencia que yo, he aprendido infinitamente más rápido cuál era el camino.

Precisamente de eso va esta academia, de contarte todo lo que yo he probado en más de 10 años moviendo cientos de millones de euros en departamentos de trading. De decirte lo que funciona y, sobre todo, lo que no funciona. Para ahorrarte muchos miles de euros en disgustos.

«Eres un arrogante porque has puesto a caer de un burro a toda la gente que se esfuerza estudiando. Se dejan los cuernos y dices que no vale para nada»

Antes de continuar quiero hacer un inciso, que igual te piensas que he nacido ayer. Bueno, mejor quiero hacer dos incisos.

El primero es para decirte que intentar caer bien a todo el mundo es la vía más rápida para fracasar, o de pasar por la vida como una maleta. Serás siempre políticamente correcto, o lo que es lo mismo, serás un cero a la izquierda y nunca nadie te recordará por nada de lo que hayas hecho. Porque no habrás hecho nada que merezca la pena recordar.

El segundo inciso es para dejar claro que no quiero despreciar el esfuerzo de nadie, ni los logros que cada uno se marque. Ya sé que sacar un título supone un esfuerzo, y que cada uno tiene unas capacidades, y que a algunos les costará más y a otros menos.

 

Lo que te quiero dar es un tirón de orejas, transmitiéndote que, si tienes capacidad para dar más, no te quedes solamente en ir a por el título. En lugar de ir a lo mínimo, tienes que ir a por lo máximo que puedas dar, ya sea en tu trabajo, en tus estudios, o hasta cuando cocinas. ¡Anda que no hay una diferencia brutal entre hacer un guiso con mimo, dejándolo reposar varias horas, con ingredientes naturales… o calentar en el microondas una lasaña precongelada!

Ahí fuera el mundo que tienes por explorar es fascinante, como para quedarte mirándolo desde la ventana encerrado en casa. Al final vida sólo hay una, y cuando llegues al final no vas a pensar en lo bien que te portaste para que tu jefe te felicitara, ni en la cantidad de papeles inútiles que rellenaste vendiendo tus horas, ni en la paguita que te daba el Estado para subsistir. Te preguntarás por qué nunca hiciste algo que de verdad te hiciera sentir orgullo.

Además, no puedes esperar que la vida tenga algo preparado para ti por tu cara bonita, o por tus títulos, porque no es así. Nadie te debe nada, y nadie te va a dar nada, porque en el fondo no le importas a nadie. Solamente le importas a quien, o a quienes, puedan sacar algo de ti.

 

Por lo tanto, ¿quieres sentirte realmente querido, realmente apreciado? Entonces sé egoísta y esfuérzate y haz cosas por los demás, porque te vendrán de vuelta. Te digo que seas egoísta, porque si quieres cosas buenas para ti, la única manera de conseguirlas es ponerte al servicio de otros.

Crear un negocio es una manera fantástica de ayudar a la gente, porque enseguida te vas a dar cuenta si tienes algo que ofrecer, ya que, cuanto más facturas, más le estás facilitando la existencia a otras personas. En cambio, si lo intentas y fracasas rotundamente, no habrás causado ningún impacto en nadie. La vida te habrá puesto en tu sitio a las primeras de cambio de una buena bofetada.

Ya expresó esta gran verdad Javier Milei, el presidente de Argentina, en su discurso de Davos. Teniendo delante a la mayoría de gobernantes mundiales, les dijo:

«Un empresario de éxito es un benefactor social porque está haciendo del mundo un lugar mejor».

Y ojo, que puedes ayudar a la gente de muchas otras maneras, no solamente montando empresas. ¿Aclarado este punto? Entonces sigo…

Vale, tengo claro que conformarme con las cartas que me han venido dadas no es una opción

Y que si entrego cosas buenas a la gente, pero buenas de verdad, también recibiré cosas buenas de vuelta

Todo esto está muy bien, pero quiero que me cuentes qué has hecho hasta ahora

Enrique Mazon en OSTC

Cuando empecé a trabajar en OSTC en la calle Velázquez

Después de aquella época en que regresé a casa y estuve un año investigando por mi cuenta cómo funcionaba la bolsa sentía que, ahora sí, podía aportar al mundo algo de verdad, así que escribí a diferentes empresas de Madrid presentándome y ofreciéndome para trabajar. Pasaban las semanas y la ansiedad empezaba a ahogarme porque nadie contestaba, hasta que un día recibí un correo citándome para una entrevista, ¡querían conocerme! Era una compañía británica de Prop Trading que estaba creciendo y buscaba jóvenes recién salidos de la facultad para formarles desde cero en su división española.

Pero no fue tan sencillo colocarme en el puesto que había soñado, qué va. Antes de contratarme nos tuvieron a prueba en una sala de formación sin cobrar ni un duro. Era lo que llamaban el Trading Lab, y en el fondo era un proceso de selección interno gratis porque nos tenían a 10 tíos observándonos desde fuera y, después de 4 meses, los jefes ya se hacían una idea de quién valía y quién no.

Para cumplir mi sueño estuve viviendo en la casa de mi primo en Ciudad Lineal, un barrio a las afueras de Madrid, a quien asalté prácticamente de la noche a la mañana para convertirme en su Okupa. Me compré una Daelim History de segunda mano por 500€ (fue un buen trato, porque vendí la moto un año después en 550€) y por las noches, cuando salía de la majestuosa oficina que tenía la empresa en el barrio Salamanca, me iba al Pizza Hut de la calle Aquitania a repartir pizzas, muchas veces bajo cero en el duro invierno madrileño. Entregué mi último pedido el fin de semana después de firmar el contrato de trabajo en OSTC.

En OSTC me enseñaron el sistema de trading de Reversión a la Media, el mismo que enseño en el Curso. Lo que pasa es que la plataforma costaba más de 1.000€ al mes y tradeábamos Spreads, que son productos financieros complejos. Lo que yo hice fue bajar del cielo las bases del sistema, que eran buenas, para que cualquier trader, hasta uno con una cuenta de 500€, pudiera hacer lo mismo que hacíamos en aquel trading floor parecido a los de Wall Street, y además hacerlo con herramientas gratuitas.

Quiero dejar claro que yo no he inventado nada, sino que he aprendido de otros traders que llevaban allí muchos años. Por lo tanto, en esta Academia no sólo traslado mi experiencia, también la de quienes estaban por encima de mi, de quienes aprendí casi todo lo que sé. También te digo que en OSTC tuve años bastante buenos – en uno lo destruí, porque saqué más de 100.000€ del mercado -, y otros más regulares, pero siempre terminando en verde.

Pero más que con los resultados, lo mejor de esa época fue darme cuenta de que no quería conformarme con ser un empleado más, cerrar el chiringuito a las 6 de la tarde y despedirme hasta el día siguiente, así que en los pocos ratos libres que tenía me puse a montar este sitio web de la nada. El resto de mis compañeros se ponían a ver vídeos chorras de Youtube, perdían el tiempo en redes sociales, o los viernes se quedaban a tomar unas cervecitas. Yo ya había conocido esa cara de la moneda y no me gustaba nada porque ya sé a dónde te lleva: a ser un esclavo mediocre toda la vida.

 

También creo que el ejemplo que ves en casa define en gran parte tus comportamientos, aunque haya épocas en las que estés metiendo la pata y estés en un camino que no es el correcto, como me sucedió a mi. Yo a mi padre siempre le he visto buscando la excelencia de su empresa, y creo que lo ha conseguido porque por algo le llaman una y otra vez de las mejores competiciones de España para que las cronometre. Pero le ha costado lo suyo, porque la mayoría de días dan las 11 y las 12 de la noche y sigue enganchado en el ordenador o está abajo, en la oficina, tratando de que el día del evento todo salga bien.

Mi madre – Rocío Haya – es otra persona que lo ha dado todo por su familia, sin dejarse nada en el camino y sin buscar las dosis de dopamina rápida que tan distraídas tienen a las mujeres hoy en día, en lugar de centrarse en lo que de verdad importa (amiga, ¿tanta necesidad tienes de enseñar carne para llamar la atención?, ¿de verdad no tienes nada mejor que aportar al mundo?). Ella ha sido la directora del colegio que fundaron mis abuelos, haciéndolo siempre lo mejor que ha sabido y dedicando muchísimas horas. Porque no es lo mismo ser un maestro que a las 2 de la tarde se le cae el boli y ya le verás mañana, que ser la responsable de 30 trabajadores y más de 300 alumnos con sus correspondientes padres.

Aún cargando a sus espaldas con esa pesada mochila, nunca nos ha preparado una comida congelada ni a mi hermana ni a mí, siempre hemos tenido un plato de comida caliente cocinado por ella a mediodía, y otro en la cena. Esas tareas silenciosas no recibirán likes, pero cualquier niño las agradecerá infinitamente más que tener una madre ausente que se va de viaje con las amigas a Bali, o a donde sea. Bueno, como no puedo hablar en boca de nadie, al menos yo, cuanto más pasa el tiempo, más valoro haber recibido tanto amor desinteresado.

 

¿No has trabajado en ningún sitio más que en OSTC, aquel Prop Trading inglés?

Ya llevaba 5 años en OSTC cuando, un día de verano que estaba comiendo con mis padres en nuestra casa de Santander, de repente sonó el teléfono con un número desconocido en la pantalla. Era Alejandro Hamlyn, el propietario de Grupo Hafesa – empresa que lleva sus apellidos -, uno de los mayores distribuidores de Gasoil de España. Un conocido mío, que sabía que me dedicaba al trading de futuros de materias primas, le había pasado mi contacto.

Alejandro me contó que le estaba persiguiendo la Guardia Civil (luego supe que habían entrado a punta de pistola a la oficina para llevarse todos los papeles), y que casi todos los empleados habían salido espantados, como ratas que abandonan un barco que se hunde. En ese llamada me propuso ser el responsable de Trading y Gestión de Riesgos de su negocio. Alejandro Hamlyn estaba descargando dos barcos de Gasoil al mes en el puerto de Bilbao y uno en el puerto de Motril.

Llegué a su oficina de Madrid, que estaba en la planta 37 de una de las Cuatro Torres, y después de tantearme con 3 preguntas básicas para comprobar si sabía de qué iba la película, me dijo que cuánto quería ganar. Así fue como, de un día para otro, conseguí duplicar mi sueldo (y eso que en OSTC me consideraba bastante bien pagado), y pasé a ganar mucho más de lo que pensé que un chaval de 27 años como yo podía cobrar.

Esta foto es postureo del vomitivo. Pero oye, también puedo decir que estuve trabajando en el tercer edificio más alto de España

Después, como tenía la experiencia de haber comerciado con barcos de Gasoil, me fichó otra empresa de Singapur que también movía petroleros por el mundo para hacer lo mismo: establecer el precio de compra sobre el cargamento del barco y gestionar los riesgos de los precios. Sólo que esta vez el volumen era unas 10 veces el que movía en Hafesa. Cada barco transportaba más de 300 millones de litros (da para que reposten 6 millones de coches).

De momento prefiero no dar muchos detalles sobre esta experiencia y la empresa que me contrató, más que nada porque no quiero que me cierren la página web, ya que hay países que están en guerra entre medias. Yo ya no me fío de nadie en esta dictadura disfrazada de democracia, en la que en cuanto sacas un pie fuera del tiesto y haces algo un poco diferente, todos te señalan y te buscan la ruina. ¿O acaso crees que estoy exagerando?

Por si no lo recuerdas, hace cuatro días quienes no pasaron por el aro de la vacuna del COVID y decidieron no introducir en su cuerpo una sustancia que no estaba probada por nadie, fueron señalados como un peligro público. En la televisión había incluso tertulianos pidiendo localizarles, como si hubiéramos regresado a la Alemania de la Segunda Guerra Mundial, cuando marcaban las casas de los judíos con una estrella de David para luego llevarles a los campos de concentración. Eso si, siempre realizan estas atrocidades por tu propia seguridad, para cuidarte y protegerte.

Aquí estoy cuando visité la oficina de Singapur, en la planta 46 de Singapore Land Tower. Guardo muy buenos recuerdos de aquella estancia

 

Respecto a este oficio que estuve desempeñando, quiero decirte que la dinámica de un gestor de riesgos para mercancías que viajan por el mar es relativamente simple. Si compras el petróleo a un precio X y vas a venderlo 3 meses después, existe un riesgo de que los precios hayan caído y tengas que asumir una pérdida millonaria. Para eso existen los contratos de futuros, para cubrir esos riesgos y asegurar la ganancia. Y para eso existe el trabajo del Gestor de Riesgos, el mío, que es decidir con cuántos contratos cubres la mercancía, cuándo los abres y cuándo los cierras, una vez el producto está vendido.

Si, te has fijado bien, en estos dos últimos trabajos he unido el concepto de «Trader» al de «Gestor de Riesgos». Están tan íntimamente relacionados que no puedes hacer una de las tareas bien sin tener en cuenta la otra. Esta lección la aprendí de Narciso Vega, un gestor de fondos de inversión que venía directo de la City de Londres a darnos unas formaciones, cuando estaba en OSTC.

El hombre traía unas presentaciones de Power Point que eran un coñazo, aquello no había por dónde cogerlo (como el 90% de las presentaciones corporativas o de supuestos expertos, que provocan muchos más bostezos que aplausos), creo que ni él mismo se creía lo que nos estaba contando. Era la tercera o cuarta vez que Narciso venía a la oficina, nos conocía de sobra y veía que éramos unos chavales jóvenes con ambición por hacer dinero, con los peligros que eso conllevaba. De todas sus sesiones sólo recuerdo un momento de pausa que hizo en una presentación, se olvidó del Power Point infumable, y nos dijo desde sus adentros más profundos:

«Vosotros no tenéis que pensar en hacer dinero todavía.

Tenéis que pensar en gestionar el riesgo.

Sólo así terminaréis ganando dinero»

Aquella frase fue tan sincera y se me quedó tan grabada en la mente, que la aplico en el curso de Trading desde el minuto uno, y en los 6 meses de operativa en directo que incluye el curso.

Logo AFI
Logo Universidad de Cantabria
Logo Sheffield Hallam University
Logo Universidad de Salamanca

Las instituciones que he pisado (y en las que nunca aproveché los recursos que tenía a mi disposición, ni valoré la suerte que tenía por estar allí)

Bueno, te reconozco que el CFA sí que me costó sacarlo.

Para un poco el carro. Si tan bueno eres haciendo Trading, ¿por qué has montado una academia en la que vendes un curso?

Una vez vino el cartero a casa a entregarme un sobre certificado. Al ver mi nombre y apellidos el hombre se me quedó mirando, y me preguntó si yo tenía algo que ver con don Enrique Haya, el del colegio Haypo. Cuando le dije que sí, que era mi abuelo, me dijo que había sido su maestro desde pequeño, y que le estaba muy agradecido porque fue exigente con él.

Por desgracia no pude conocerle mucho, porque falleció una nochevieja por un problema del corazón cuando yo tenía 10 años. Pero he escuchado historias suyas de mi abuela y de la gente de los dos pueblos de Cantabria en los que se crió, Igollo y Bezana. Se quedó huérfano de madre y de padre siendo un niño, y le separaron de su hermano para que distintos familiares se hicieran cargo de cada uno.

Los tíos con los que fue a caer apenas le daban de comer y le pegaban buenas palizas sin venir a cuento, debió de ser una niñez con mucho sufrimiento. Él tenía claro que no quería un futuro de miseria, pero tampoco podía permitirse el lujo de dejar de limpiar cuadras para estudiar, porque tenía que sacar unos reales con los que malvivir. Entonces lo que hizo fue pedir prestados a los chavales del pueblo los libros que ellos habían usado en cursos anteriores, para ir examinándose por libre y fue así como, poco a poco, se sacó Perito Mercantil.

Mi abuela Elisa llegó a Santander con 4 años. A su padre le perseguían los nacionales por un chivatazo, así que tuvieron que escapar de Cádiz, de donde eran. Si se hubieran quedado allí, les habrían matado y yo no estaría aquí.

Primero escapó mi bisabuelo Manuel Porrero Ortiz (1910 – 1966) escondido en un barco de vapor que se llamaba el Dómine, y que hacía el trayecto Cádiz-Barcelona. Se salvó porque los espíritus le dieron instrucciones súper precisas (día de embarque, nombre del barco y la misión que tenía que cumplir una vez llegase a Barcelona), y las siguió al pie de la letra. No, no estoy de broma, en aquella casa, el número 1 de la calle Santa Elena de Cádiz, las mujeres hacían sesiones espiritistas en la planta baja, a las que acudían los difuntos para guiar a quienes estaban presentes en esta vida.

Por su parte, mi bisabuela Juana Soto Ávila (1908 – 1979) huyó con mi abuela en la parte de atrás de un camión de pescado. Cuenta mi abuela que recogieron a un autoestopista pasado Despeñaperros, y que cuando llegaron a Madrid se dieron cuenta de que este desgraciado les había robado todo el equipaje al descuido, dejándolo caer antes de su parada para recogerlo luego.

Tendrían que llegar a Santander, una ciudad que no conocían, con una mano delante y otra detrás porque les habían robado hasta el último centavo. Y por entonces la vida no era como ahora, que tenemos toda la información a golpe de Wikipedia. Cuenta mi abuela que, de la desesperación y la angustia, su madre vomitaba sangre entre las lágrimas que le caían.

¿Y por qué te hablo de mis abuelos Enrique y Elisa?

Pues porque se conocieron, se casaron, y fundaron un colegio en el centro de Santander. Es el colegio Haypo. El significado de las siglas es la unión de sus dos apellidos, Haya y Porrero.

Mi abuela consiguió que sus 4 hijos fueran maestros y a nosotros, los nietos, siempre nos ha insistido para seguir el camino de la enseñanza. A su pesar ninguno le hicimos caso…

… O al menos no como ella quería, dando clase en el sistema de educación pública.

 

Por suerte existen otras maneras de enseñar lo que llevas dentro y ayudar a otras personas. Es tremendamente satisfactorio ver cómo, alguien que llegó a ti con graves problemas o con afán de mejorar, ha tomado el camino correcto después de haber estado trabajando juntos varios meses.

Ésta academia en cierto modo es un pequeño homenaje a su figura. A la de un huérfano de Igollo que robaba huevos para comer y a la de una inmigrante gaditana que, siendo niña, huyó de su tierra hacia el norte para salvar su vida sin siquiera saberlo.

Va por vosotros, abuelitos.

¡Fíjate qué guapas son mi abuela y mi madre!

Fue un bonito reportaje que hizo El Diario Montañés por el 65 aniversario del nacimiento del Colegio Haypo.

Haypo = Haya + Porrero. Los apellidos de los fundadores.

Es hora de confesarte una mentira piadosa...

Antes todo el mundo me llamaba Kike, pero ahora prefiero que me llames Enrique

Mira, yo era un STV de manual – de Santander de Toda la Vida – y juraba y perjuraba que jamás saldría de mi guarida del norte (como buen paleto acomplejado que era, muy típico de los que somos de Santander, que nos creemos el centro del mundo). Odiaba todo lo que no fuera Santander, y sobre todo odiaba dos sitios en particular: el País Vasco y Madrid. Eran lugares grises, feos y tan diferentes de lo que conocía, que no merecía la pena pisarlos, ya que para mí Cantabria era el paraíso en la tierra.

El efecto boomerang que tantas veces funciona en la vida me pegó de lleno, porque acabé viviendo en Madrid. Bueno, en realidad me establecí en un pequeño pueblo a las afueras que para mí es una joya, se llama Ajalvir. Lo conocí entrenando con la bicicleta por carreteras secundarias, y me llamó tanto la atención encontrar esta villa con costumbres medievales a un paso de la apabullante y moderna capital, que enseguida decidí que mis huesos fueran a parar allí.

Para rematar con estas contradicciones (el primer indicio para saber que vas a hacer algo, es decir que nunca lo harás), también me puse a aprender el idioma vascuence, el Euskera Batúa, porque quería impresionar a una chica vasca. Podría decirte que entregué todo lo que tenía en mis manos para «conquistarla», pero lo cierto es que, más que enamorarme de ella, me había des-enamorado de mí mismo. Ella, en cuanto lo notó, puso pies en polvorosa, porque no hay nada más repulsivo en una persona que el olor a necesitado, y por aquel entonces yo lo llevaba impregnado en la piel.

 

«Oye, escribes bastante bien»

Esto es algo que me dice bastante la gente que se lee mis artículos del blog, o las secciones de la web. Y no es casualidad.

Antes te he contado una pequeña mentira. Te he dicho que con 18 años no sabía qué estudiar y que cogí lo primero que se me pasó por la cabeza, como si hubiera delegado la decisión a un mono tirando dardos a una diana. Pero esto no fue del todo así.

En realidad me rondaban dos carreras como alternativa a ADE. Una era Periodismo y la otra era Historia.

 

El interés por la Historia me lo metió en vena don Emilio Encinas, el mejor profesor que tuve en el instituto Santa Clara.

Era impresionante escucharle narrar los pasajes históricos de España, ver cómo teatralizaba el comportamiento de algún personaje histórico, imitándole de una forma bastante graciosa; o enlazar las distintas épocas a través de ciertos acontecimientos. Recuerdo cuando nos desveló que el ambicioso proyecto del ferrocarril Santander-Mediterráneo, para el cual se construyó el mastodóntico túnel de la Engaña – el más largo hasta la fecha y por el cual nunca llegó a circular un tren -, no llegó a completarse porque desviaron los fondos para pagar lujos del Palacio de la Magdalena, a pesar de que solamente quedaban 13 kilómetros de vía por construir. Gracias a este maestro que me inspiró, Historia fue la mejor nota que tuve en la Selectividad. Fue la única materia en la que saqué un 10.

Don Emilio Encinas, además, era el único profesor que, en ocasiones, decía lo que es necesario decir, y que nadie se atrevía a hacerlo. A las chicas les decía que tenían que cuidarse y darse a valer, y a los chicos que no quisiéramos correr para llegar a la meta. Supongo que ya entiendes por dónde van los tiros.

Gracias a la cantidad de horas que monté en bicicleta me «enamoré» de la comunicación

Mira, cuando llegaba a casa del colegio o del instituto, solía comer a toda prisa y me marchaba a entrenar con la bicicleta para que no se me hiciera de noche en la carretera.

No llevaba móvil, ni llevaba nada. Sólo había un utensilio que siempre iba conmigo en todos los entrenamientos.

Era una radio pequeñita. Bueno, llevaba dos cosas. También metía los auriculares.

 

Estaba súper enganchado a las retransmisiones que hacía Walter García en su programa de la Cope, La hora de Walter. Creo que es el hombre que más siente Cantabria. O al menos el que mejor lo transmite.

También era el único periodista que alzaba la voz cuando le llegaba algún chanchullo de los que hacían en el gobierno regional. El Diario Montañés nunca ha denunciado esas cosas ni las va a denunciar. Es el periódico que todo el mundo lee en Cantabria, pero como está comprado por la cantidad de miles de euros que recibe de publicidad institucional, ni hace verdadero periodismo ni se espera que algún día lo haga.

El interés por Walter me llevó a escuchar la radio también por las noches, sobre todo el programa de deportes que tenía Jose Antonio Abellán, El Tirachinas. Lo único malo era que terminaba casi a las 2 de la mañana, así que tenía que esconder la radio debajo de la manta para que mis padres no la escucharan y vinieran a echarme la bronca. Era tan feliz escuchando la radio que me planteé entrar en ese mundillo, y aunque finalmente no lo hice, he canalizado ese interés por la comunicación y la historia creando mi blog Camino del Norte para contar historias mías, y de otros personajes que admiro, tal y como me gustaba que me lo contaran a mí, es decir, poniendo el alma y el corazón.

 

¿Y de dónde te vino el interés por el trading?

A ver, no hace falta ser muy listo para preferir tener mucho dinero a tener poco, ¿no? Ni que te estuviera enunciando la ley de la relatividad.

Bien, pues hay tres maneras de hacer crecer tu cuenta corriente:

  1. Convertirte en un súper especialista para sacar un alto margen (Ebitda) en lo que haces. Por ejemplo, un compositor de bandas sonoras para videojuegos manga japoneses.
  2. Trabajando en algo normalito, pero 16 horas al día en lugar de 8, y de lunes a domingo. Por ejemplo, ser gasolinero por la mañana, recepcionista de un hotel por las tardes y camarero de eventos los fines de semana. O lo que hacen los chinos, que están todo el día metidos en la tienda.
  3. Escalar un negocio con poco margen, pero apalancándote en el trabajo de los demás. Por ejemplo, el dueño de «Los 100 Montaditos».

Si haces una de las tres cosas durante mucho tiempo, vivirás muy bien, mejor que como vive la mayoría.

Y si haces las 3 cosas a la vez, entonces llegarás a ser millonario. Si tampoco tiene tanto misterio.

Yo, al principio llegué al trading queriendo conseguir mucho dinero sin seguir ninguno de estos tres caminos. Quería forrarme por mi cara bonita, sin esfuerzo y rápido. Como no podía ser de otra manera, el tiempo me puso en mi sitio.

Luego me di cuenta de que para ganar dinero en el trading hay que ser una hormiguita e ir sumando poco a poco, siendo súper constante. Es lo mismo que hacía con mis primos cuando nos juntábamos todos en la finca, que les arrastraba a jugar partidas de Monopoly y las hacía interminables. Ellos querían parar ya y salir a jugar al aire libre pero yo les «obligaba» a seguir ahí, nunca me cansaba de seguir adquiriendo propiedades dando vueltas al juego, disfrutaba viendo cómo mi patrimonio – de mentira – crecía y crecía.

Así que supongo que por eso me metí en el trading, para intentar vivir mejor gracias al apalancamiento financiero. Al igual que por eso monté esta Academia, para vender un producto en el que soy especialista, y que me deja alto margen. Y por eso trabajo de lunes a domingo, porque, en el fondo, me gustaría ser millonario para darle lo mejor a mi familia, como me lo han dado a mí.

Eres un rollos de mucho cuidado eh. Venga, va, termina de una vez.

Enrique Mazón campeonato de España juveniles ciclismo 2008

Qué bonita era la equipación de la selección cántabra. La sigo teniendo guardada en mi armario.

Esa bicicleta me la robaron, pero las ruedas con las que disputé el campeonato de España las utilizo de vez en cuando.

El material bueno, si se cuida, te dura mucho más de lo que imaginas.


  • He viajado a un montón de países, y después de tantas «experiencias», me he dado cuenta de lo sobrevalorado que está. Quien se queja porque «hoy en día es imposible comprarse una casa», pero se va al sitio de moda en temporada alta para tirar cuatro fotos mal hechas y esperar la validación de los seguidores, es que le faltan un par de veranos. Yo, los viajes que más he disfrutado, han sido los que he hecho con mi padre, y no consistían en buscar la foto perfecta, sino en estar todo el día trabajando.

  • Hago artes marciales mixtas, que es una combinación un poco rara con la bicicleta pero oye, quien sabe, quizás es una habilidad que algún día me saque de una situación de apuro como un héroe. O quizás es que necesitaba aprender a defenderme, porque cuando eres el hijo de la directora y en tu clase hay 15 garrulos que se pasan el día fumando porros – sólo yo pasé a bachillerato -, ya te imaginas quién se llevaba las palizas a la salida de clase. También te digo, nunca he visto mejor mi cuerpo que después de entrenar varias veces por semana dándome de golpes.

  • Nunca pensé que aprendería a bailar Salsa y Bachata, pero lo hice, y entré en una compañía de baile en Madrid. Entrenábamos una coreografía por las noches, nos daban las tantas con los ensayos. Después la presentamos en varios escenarios de España.

  • Mi padre fue ciclista profesional a finales de los 80 y principios de los 90 en el equipo Teka – que para muchos era considerado el mejor equipo del mundo – y en el Paternina. Corrió la Vuelta a España de 1991, y lo debió de pasar bastante mal porque enfermó en la etapa de Andorra, que se pasó todo el día lloviendo y nevando. Disputó las últimas 10 etapas destrozado por dentro, pero le echó coraje y terminó.

  • Yo seguí su camino y competí 6 temporadas, corriendo carreras por un montón de rincones que jamás hubiera conocido si no llega a ser por el ciclismo, y jugándome el pellejo en muchas ocasiones descendiendo puertos de montaña sin ningún conocimiento. Me relajé después de una caída muy dura en la que me golpeé la cabeza y quedé tendido en el asfalto inconsciente. Esto no lo recuerdo, pero me dijeron que los corredores que venían detrás se asustaron, porque no es muy agradable ver a un compañero desmayado que no sabes si está vivo o muerto. ¿Sabes eso que dicen de que ponerte el casco te puede salvar la vida? Pues es verdad.

  • Pero no todo van a ser penas con la bicicleta, qué va. Lo mejor de esta etapa fue que en el año 2008 disputé los campeonatos de España que se celebraron en Santiago de Compostela, vistiendo los colores de la Selección Cántabra. El día que me llamó el seleccionador Pedro Díaz Zabala – que fue ciclista en el Teka, Reynolds y la ONCE – para decirme que iba a representar a mi región, la que tanto amo, fue uno de los días más felices de mi vida.

  • Mi abuelo Fernando Mazón, que de joven fue boxeador, organizó varios años una carrera ciclista en Santa Cruz de Bezana que terminaba en el alto de Habitare, y un año la ganó Indurain (antes de conquistar sus 5 Tours de Francia). Yo he intentado organizar una carrera dos veces, pero en las dos me ha salido mal. A la tercera irá la vencida.

  • Soy seguidor del Racing de Santander desde una noche en que mi tío me vio con la camiseta de Zidane y me explicó que yo no podía ser del Real Madrid – me gustaba el Madrid de los galácticos – porque eso significaría traicionar mis orígenes. Ir con el que gana es lo fácil. Pero lo bonito es apoyar al de casa.


  • Sé que esta página es muy de color purpurina y puede parecer que nunca he roto un plato, pero nada más lejos de la realidad. También he cometido graves errores – como todos, y quien no lo reconozca peor para él o ella – teniendo comportamientos de rastrero con gente que me ha querido a ciegas y que no se merecía el trato que yo le di. Por eso hacer el bien es un acto puramente egoísta, porque con el tiempo el único beneficiado vas a ser tú, sintiéndote en paz contigo mismo, ya que si la cagas, el único perjudicado eres tú por el sufrimiento que te va a llegar más adelante.

Han pasado algunos, bastantes años, desde que ocurrieron estos sucesos hasta la fecha en que los conmemoro en los apuntes que preceden,

Con el único fin de distraer la nostalgia de aquel bendito rincón de la tierra, del que me apartan, por muy contados meses, urgencias que me imponen este costoso sacrificio.

Porque tan cabal, tan intensa, tan continua ha sido mi felicidad en ese tiempo, que a veces me espantan los temores de que no haya sido mi gratitud tan grande como el beneficio recibido, y un día me hiera la justicia de Dios en lo que más amo, para recordarme lo que le debo.

El párrafo final que escribió José María Pereda en su obra Peñas Arriba es, simplemente, sublime.